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Merece la pena.

Qué facil es ser feliz, a veces.

Vas leyendo, como de costumbre, en el autobús. Esa tarde no estás de demasiado buen humor por el trabajo, o por el día que estás teniendo. De pronto una anciana te golpea la pierna al pasar, sin querer. La ves, tan chiquita, y le ofreces el sitio. Que no. Que sí. Que no. Que sí. Al final se resiste, creo que porque no quiere que pienses que te ha golpeado adrede. El caso es que encuentra un sitio en frente, con lo cual vuelves a tu lectura. Levantas la vista y te das cuenta de que su marido, igual de viejito, está a su lado y aún de pie. Le vuelves a ofrecer el sitio. Que no. Que sí. Que no. Que sí. También se resiste, porque es un galán y eso no lo vas a cambiar tú a estas alturas.

Se bajan del autobús. Su compañera de asiento te dice: 'te está diciendo adiós'. Miras por la ventana y la ves a ella mandándote besos con la mano.

Y ya no te quita nadie la sonrisa en toda la tarde.

2 comentarios

Mariajo -

Sí, sé perfectamente lo que quieres decir. Cada vez veo más a mi alrededor que los intercambios \'comunicativos\' se reducen más a lo indispensable. \'Deme eso\'; \'Cuánto es\'. Es parte de la prisa con la que nos hacen creer que tenemos que vivir.
En el momento en que te sales de ahí, la gente te mira con sorpresa, pero suelen responder, lo agradecen. En el fondo no creo que hallamos cambiado demasiado...

C. -

Si es que hay mucha gente buena por ahí, y yo creo que todo el mundo quiere conectar con todo el mundo, pero nos separamos, nos distancianos, y la mayoría de las veces lo hacemos de forma inconsciente... Mira, yo me estoy dando cuenta ahora de algo increíble. Con mi escasísimo alemán y mi necesidad de afecto humano, recurro cada vez más a gestos que puedan suplir a las palabras, como también recurro -qué voy a hacer si no-, a las palabras más elementales... que en el fondo, quizá, sean las que más importan.
Asi, cada vez que entro en una tienda no hablo del tiempo, porque no sé -aunque ya estoy aprendiendo...-, sino que digo: me llamo Carlos, trabajo aquí, vivo allá y me gusta esto y esto, siempre dando la mano. Muchas veces se me quedan pillados, pero, curioso, no se han olvidado casi ninguno de mi nombre, ni yo de los suyos.
Bueno, pues eso. Gracias por volver.