Blogia
Merece la pena.

De lo bueno, lo malo, y otras cuestiones serias.

La semana pasada han tenido lugar varias cosas a la vez que han provocado por mi parte una serie de planteamientos más o menos profundos. Por un lado, me leí el libro de "El Diablo y la señorita Prym", de Paulo Coelho. Por otro, compartí una semana de viaje con el director de mi departamento que resulta ser musulmán, lo que dio lugar a muchas coversaciones refentes a la religión. Y todo ello, en un país tan pobre como Bulgaria en el que mi empresa paga ochenta céntimos por hora por el mismo trabajo que aquí en Brighton se paga a seis libras la hora. Voy a intentar resumirlos y poner un poco de orden:

¿Por qué nos resulta tan fácil ajustar nuestras escalas de valores (es decir, quedarnos con la conciencia tan tranquila) para no condenar en nombre de la religión ciertos actos que son INJUSTOS los mires por donde los mires, pero nos convienen? ¿Tan flexibles -tontos- creemos a nuestros respectivos Dioses como para no darse cuenta?

¿Por qué necesitamos creer en un "árbitro" por encima de nuestras cabezas que se dedique constantemente a juzgar nuestras acciones? ¿No será que no nos atrevemos a juzgarlas nosotros mismos por considerarnos incapaces de perdonar siempre nuestros deslices?

¿Es lo mismo obrar bien por el mero hecho de creer que es lo correcto, que hacerlo para conseguir una recompensa? ¿Y que hacerlo por miedo -terror- al castigo, ya sea en vida o después de la muerte? ¿¿Importa??

Todo lo que sé es que los que en su día inventaron la religión se me antojan, por encima de todo, unos seres bastante maquiavélicos.

2 comentarios

Fanshawe -

¿pursuit?

Mariajo -

Antes que nadie, me contesto a mí misma para prometer que el siguiente mensaje será más trivial.
:-)