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Merece la pena.

Una vez en la vida

Cuando se acude al teatro y se ve una obra especialmente buena (más aún en el caso de un monólogo), es bonito salir con la sensación de que el actor ha tenido una noche "mágica" difícil de repetir. De que ese día ha estado más inspirado que cualquier otro, y tú has estado ahí para verlo. Mala suerte para los que acudieron el día antes, o para los que acudirán el día después.

Quiero creer que eso es lo que sucedió la noche del 22 de julio en Almagro, cuando todo los espectadores del Claustro de los Dominicos, con la piel de gallina, conteníamos la respiración al compás de las palabras de El Brujo.

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